“Te conocí un día de verano, y tu aliento calló mi llanto”. Cómo comenzar un pregón. Las horas del día pasan distintas, jugando con el momento para el que te has preparado durante meses. Sueñas con el atril, con el escenario, con los que ya no están para verte, con cada frase, con las pausas que debes hacer, con la cadencia concreta de cada verso, con retocar un adjetivo en mitad de la madrugada. Y el momento llega y te ves en el escenario, como esta noche se ha visto Javier Bazán Benítez, pregonero de la juventud de 2009.
Invocaba la Salve a la Reina y Madre de los Ángeles para iniciar una alocución que proseguiría rememorando el tiempo distinto del verano en que el orador conoció a la Co-Titular de la hermandad de la Sangre. Párrafos cargados de densidad emotiva y evocadora –capaces de retrotraer a cualquier cofrade a la complicidad de los primeros recuerdos-, rematados por un poema que daba paso a la parte protocolaria de la proclama.
Javier había irrumpido con su palabra en la Sala Reyes Católicos de Cajasur, recuperada para la ocasión –tras varios años celebrándose en la Iglesia de la Magdalena-. Solicitada la venia, recordaba como la túnica ya está colgada en el armario de todos los años, enlazando así una descripción certera de los prolegómenos que nos regala la Cuaresma, señalando que en estos días, pues, la misma nube de incienso subiendo la calle San Pablo, la misma cola en Arenas buscando siempre lo mismo, la misma espera en la Cofradía a que nos den la misma túnica, “¡No, a este niño la misma no, que se le ha quedado corta otra vez!”.
El Viernes de Dolores iba a cobrar protagonismo en los siguientes párrafos (Mi Semana Santa comienza el Viernes de Dolores (…) Empieza donde empieza la de muchos, donde empezaba hace siglos y donde seguirá empezando hasta que el mundo deje de serlo, en la plaza del Cristo de los Faroles). A partir de ese momento, el eco de su voz iba a descubrir los entresijos, no sólo los que transitan entre su devoción o el reconocimiento a los mayores - el Pregón de la Juventud, también vuestro Pregón, el de todos los que nos enseñasteis algo-; sino también, los que devienen a lo largo de cada jornada que compone la Semana Santa, a luz de una prosa ágil y versos acertados.
La palabra del pregonero se va quebrando de forma imperceptible. Vuelve a arengar a la juventud, a recordarles que somos Hermandad, somos Iglesia. Regresa al comienzo, a la Reina de los Ángeles, pero, tal vez, su mirada ya es distinta. Comprende otras razones que la Semana Santa –caprichosa-, sólo muestra a quienes están ahí; proclamando su Fiesta; haciendo que olviden la vigilia insomne de los preparativos. Y, precisamente, eso ha sido el Pregón que esta noche nos ha regalado Javier Bazán, un preparativo, un corolario de lujo que estimule a los jóvenes cofrades a descubrir, una vez más, el momento intuido, a través de su visión personal, despedida con una ovación unánime al culminar sus versos: Ya sólo queda el adiós,// y no se puede olvidar//que es Córdoba en su cantar// la que permite esta historia,//marcho tocando la Gloria.//Ni una palabra más.
Texto: Blas Jesús Muñoz
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