"Rafael Cuevas Mata.
Madrid.
Ha sido como la visita de Jesús a La Piscina Probática de Jerusalén. Aquel lugar de cinco pórticos, como nos cuenta el Evangelio de San Juan, donde corría el agua y se agolpaban miles de paralíticos, lisiados, ciegos o endemoniados para recibir su curación hasta aquella mañana que llegó Cristo. Benedicto XVI ha visitado la Fundación Instituto San José, de los Hermanos San Juan de Dios, en Madrid, y nos ha regalado las imágenes más conmovedoras de estas Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid.
Ante él han desfilado diez jóvenes con problemas físicos irreversibles representando los miles de jóvenes que en España, en Córdoba junto a nosotros, padecen graves enfermedades y cuya única cura ya radica sólo en la fe en Cristo. Ninguno de estos jóvenes vestía el polo verde de voluntario de las JMJ, ni llevaba banderas, apenas podían gritar el nombre del Santo Padre, no estaban con sus amigos en Cuatro Vientos, porque ni siquiera tienen amigos... La soledad de los jóvenes enfermos se ha visto recompensada por esta visita que ha sido una verdadera curación en Sábado, como las de Cristo.
Este emotivo encuentro ha sido tremendamente español. Ha sido una “quedada”, como dirían los jóvenes españoles, de un grupo de enfermos con la persona en quién confían su salud. Se ha desarrollado en mitad de un jardín, al fresco de un caluroso día. Un diálogo entre ellos y el Papa. Y como no, la amabilidad española patente en los regalos que estos enfermos han entregado a Benedicto XVI.
No había millones de personas presenciando el acto, ni retrasmisión en directo para todo el mundo, allí no ha llegado la Cruz de los Jóvenes, ni contaban con la presencia de cardenales u obispos, pero, sin duda alguna, ha sido el acto más emotivo de todos y cada uno de los que hasta ahora se han desarrollado en las Jornadas Mundiales de la Juventud Madrid 2011.
Benedicto XVI sólo ante la enfermedad de decenas de jóvenes enfermos que desde sus sillas de ruedas, desde su ceguera, desde sus tumores, desde su sordera... han luchado por tocar con sus manos, como lucharon la hemorroisa, los padres de los endemoniados, o los tiñosos por tocar la túnica de Cristo y recibir la curación. Benedicto XVI, al entrar en su coche, seguro que ha notado la fuerza que le ha sido arrancada por todos estos jóvenes enfermos en busca de su curación. Lo habrá tonado, como lo sintió Cristo al preguntar entre miles de personas - ¿Quién ha tocado mi manto? al ser agarrado por una mujer enferma, volcada en su fe.
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