"El Viernes Santo se despide con el tacto de la carne vencida, de los pecados que redime la Cruz, del tiempo que deriva en la oscuridad de la vigilia. La memoria se colapsa con imágenes que se construyen tras las pupilas. Lo vivido se antoja pretérito. Lo esperado se cumple en su promesa protocolaria.
El Sábado Santo anuncia la Gloria y, por el Campo de la Verdad, la Hermandad del Rayo se despide y anuncia, escenifica y proclama. Los fieles se asoman a la liturgia que atesoran las cofradías y se prolongan en la esperanza indefinible de la fe. El Cirio Pascual preside el cortejo que se aviva en la Resurrección que amanecerá en Santa Marina. Y el Domingo que cierra la Semana despierta con una luz distinta a la de tantas albas rutinarias, a la de hace siete días.
La vida se agita desde los acordes que adornan el transitar de la Virgen de la Alegría, estrenando la restauración de los varales que la custodian, así como el plateado de las jarras. Los faldones del paso del Señor, realizados en aplicación sobre terciopelo azul, se deslizan por el pavimento -encerado en las jornadas precedentes- camino, un año más, de regreso a su templo; dejando sobre la atmósfera invisible de la ciudad la proclama que nos define: el Hijo del Hombre resucitó.
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